Se tiende a interpretar una relación tóxica como conflictiva o apasionada entre dos personas de carácter cuando, en realidad, constituye un proceso violento de destrucción moral y, en el extremo, incluso físico.
Una pareja tóxica es aquella en la que aparece una falta importante de afectos en la relación, o también cuando existe una proximidad demasiado invasiva con respecto al otro que no permite el desarrollo personal y el crecimiento mutuo en la relación. Los daños y las consecuencias psíquicas pueden ser: confusión, estrés, miedo, aislamiento, desequilibrio emocional y depresión. Por ello, debemos evitar ciertas actitudes en la pareja:
Violencia
Suele aparecer en momentos de crisis y conflicto. La persona, debido a sus carencias y dificultades personales, no puede asumir la responsabilidad de una elección o de una situación difícil. Normalmente, esta violencia se expresa de manera indirecta a través de una falta de respeto, insulto, ironía, sarcasmo o alusión indirecta, pero puede aparecer también en modo de violencia directa.
Dominación
Comienza con una actitud seductora, que trata de influir en la pareja hasta conseguir su control y privación de su libertad. La seducción consiste en atraer irresistiblemente, pero también en sobornar y corromper. Se convierte al otro en un objeto (se le ha cosificado) y ya no puede ser una persona diferenciada, con un pensamiento y un sentir propio dentro de la relación de pareja. El objetivo del dominio es paralizar a la persona, colocándola en una posición de confusión y de incertidumbre, logrando una dependencia extrema del otro.
Falta de responsabilidad
Se atribuyen a la pareja las dificultades y los fracasos. La persona con esta actitud se defiende a través de la negación de la realidad, con el objetivo de evitar el dolor psíquico, la duda o la frustración que cualquier persona siente en su acontecer diario. Tiene dificultades para tomar decisiones y necesita que el otro asuma la responsabilidad en su lugar. No se alcanza una autonomía y se persigue el amparo constante, lo que llega a ser asfixiante para la otra persona.
Actitud pesimista
La persona con esta actitud interpreta la mayoría de las situaciones como adversas. Aparece una elevada desconfianza hacia los demás, la sensación de ser una víctima de la maldad de los otros, suspicacia y celos. La persona siente una envidia intensa hacia la pareja, ya que posee una capacidad de afrontamiento y goce de la vida de la que ella carece. Además, se alimenta de su energía vital en lo que conocemos coloquialmente como “vampirismo emocional”
Comunicación paradójica
La persona rechaza la comunicación directa, enfrentarse abiertamente con el conflicto y la discusión. Elude un diálogo franco y sincero porque implica asumir responsabilidad en los hechos y un compromiso de cambio, de buscar una solución al problema. Utiliza recursos como la paradoja, el sarcasmo, la ironía y la mentira para desestabilizar a la pareja a través de la confusión y que el peso de la responsabilidad recaiga sobre la pareja.
Estas actitudes pueden prevenirse siguiendo estas pautas:
Identificar
Analizar el problema fríamente para poder dejar de lado el sentimiento de culpa. Se debe abandonar la idea de responsabilidad única, de tolerancia frente a la violencia. La salida de esta toxicidad reside en aceptar la propia impotencia para solventar las carencias personales del otro. Pero sí podemos proteger nuestra autoestima al desactivar la agresión y no permitir la pérdida progresiva de confianza en uno mismo.
Actuar
Cambiar de estrategia y actuar firmemente, enfrentarse sin temer el conflicto. La crisis es la única vía posible de solución o, como mínimo, de mejora. Cuanto más retrase esta crisis, más violenta y grave resultará. Así, la comunicación es la clave para una posible solución y debe ser directa y capaz de reconocer, de nombrar las cosas por su nombre.
Resistir psicológicamente
Para ello es importante recibir algún apoyo, ya sea desde el entorno más próximo o una ayuda profesional. A veces las personas más cercanas podrían no ser neutrales.
Por último, es importante tener en cuenta que, si se trata de un caso extremo, la única manera de resolver la crisis es recurrir a la justicia.
María Jesús Medina Calleja psicóloga en Educare.
Articulo de Julio del 2016